-¿Por qué cambiaste de cuerpo con un mortal?
-Para volver a pasear bajo el sol, por un día. Para pensar y sentir y respirar como un mortal. Quizá para comprobar una creencia.
-¿Cual?
-Que lo que todos nosotros deseábamos era volver a ser mortales. Que lamentábamos haber renunciado a ello y que la inmortalidad no compensaba la pérdida de nuestra alma. Pero ahora sé que me equivocaba.
-Ahora sé que prefiero mil veces ser vampiro. No me gusta ser un mortal. No me gusta ser débil, o frágil ni estar enfermo, ni sentir dolor. Es absolutamente horrible. Quiero recuperar mi cuerpo tan pronto pueda encontrar a ese Ladrón.
Gretchen pareció algo perpleja al oírme.
—¿Aunque cuando estés en ese otro cuerpo te dediques a matar, aunque bebas sangre humana y te repugne y te desprecies a ti mismo ?
—No me repugna. Y no me desprecio a mí mismo. ¿No lo entiendes? Ahí está la contradicción. Yo nunca he sentido desprecio hacia mí mismo.
—Pero me dijiste que eras malo, me dijiste que,ayudándote, ayudaba al Diablo. No dirías esas cosas si no te repugnara lo que haces.
No respondí enseguida. Cuando lo hice, fue para declarar:
—Mi mayor pecado siempre ha sido que me lo paso en grande siendo como soy. El sentimiento de culpa está siempre ahí y la aversión moral hacia mí mismo no desaparece nunca, pero siempre me lo paso bien. Soy muy fuerte; soy un ser de gran voluntad y pasión. Ahí está el meollo del asunto, ¿comprendes?:
¿cómo puede gustarme tanto ser un vampiro,¿como puedo disfrutar tanto siendolo, si es algo tan malo? Es un fenomeno, ay, bien conocido. Los hombres lo descubren cuando van a la guerra. Se convencen de que existe una causa. Luego experimentan la emoción de matar, como si fueran simples bestias. Y las bestias la conocen, claro que sí. Los lobos la conocen. Conocen la fascinación pura de despedazar a su presa. Yo tambien la conozco.
Gretchen pareció perdida en sus pensamientos durante largo rato. Estiré un brazo y le toqué la mano.
—Ven, acuéstate y duerme. Tiéndete a mi lado otra vez. No te haré daño. No puedo. Estoy demasiado enfermo. —Solté una risilla. —Eres muy hermosa —dije—. Jamás se me ocurriría hacerte daño. Sólo quiero estar cerca de ti. Ya vuelve a caer la noche y me gustaría que te tendieras aquí, conmigo.
-Todo eso lo dices en serio, ¿no es así?
—Por supuesto.
— ¿Te das cuenta de que eres como un niño? Tus impulsos tienen una gran sencillez. La sencillez de un santo.
Me reí
—Mi querida Gretchen, estas malinterpretando por completo mis palabras- repliqué con una carcajada. Luego añadí-: Aunque, de nuevo, quizá no sea así. Si yo creyera en Dios, si creyera en la salvación, supongo que entonces tendría que ser un santo.

—Ven, acuéstate aquí y duerme. Tenemos tiempo para que yo me recupere y para que tú te sientas segura de que eso es lo que quieres. Jamás se me ocurriría forzarte ni hacerte nada cruel.
-¿Cómo puedes hablar con tanta delicadeza, si eres el Diablo?
—Ya te lo he dicho, ahí está el misterio. O la respuesta, una de dos. Ven, tiéndete a mi lado.
Cerré los ojos y noté como se colaba bajo las mantas, la cálida presión de su cuerpo contra el mío y su brazo deslizándose sobre mi pecho.
— ¿Sabes? - le dije- Este aspecto de ser mortal resulta casi agradable-
Ya estaba medio dormido cuando la oí susurrar:
—Creo que tú también tenías una razón para buscarte tu permiso temporal. Aunque puede que no la conozcas.
—Estoy seguro de que no me crees —murmuré. Las palabras fluyeron de mi boca perezosamente. Qué delicioso resultaba pasar el brazo en torno a ella otra vez y acurrucar su cabeza contra mi pecho. Besé sus cabellos, encantado con su tacto suave y elástico en mis labios.
—Hay una razón secreta para que bajaras a la tierra y para que te encarnaras en el cuerpo de un humano. La misma razón que impulsó a Jesucristo.
— ¿Y cuál es?
—La redención.- dijo ella.
— ¡Ah, sí, ser salvado...! ¿No sería maravilloso?
Quise añadir algo más, decirle que era absolutamente imposible contemplar siquiera algo así, pero ya me estaba sumiendo en un sueño.
La redención. Qué idea tan encantadora, estrafalaria e imposible... y que delicia haber ido a encontrar a la única mortal en todo el mundo que tomaría en serio semejante pensamiento.
- El ladrón de Cuerpos (Anne Rice)