lunes, 13 de agosto de 2007

La TreGua (MariO BenedeTTi)

...entonces, cuando estuve en casa, solo en mi cuarto, cuando hasta la pobre Blanca me retiró el consuelo de su silencio, moví los labios para decir:"Murió. Avellaneda murió." porque murió es la palabra, murió es el derrumbe de la vida, murió viene de adentro, trae la verdadera respiración del dolor, murió es la desesperación, la nada frígida y total, el abismo sencillo, el abismo. Entonces cuando moví los labios para decir: "Murió", entonces ví mi inmunda soledad, eso que había quedado de mí, que era bien poco. Con todo el egoísmo de que disponía, pense en mi mismo, en el remendado ansioso que ahora pasaba a ser. Pero ésa era, a la vez, la forma mas generosa de pensar en ella, la más total de imaginarla a ella. Porque hasta el 23 de septiembre, a las 3 de la tarde, yo tenía mucho más de Avellaneda que de mí. Ella habia empezado a entrar en mí, a convertirse en mí, como un río que se mezcla demasiado con el mar y al fin se vuelve salado como el mar. Por eso, cuando movía los labios y decia:"Murió", me sentía atravesado, despojado, vacío, sin mérito. Alguien había venido y había decretado:"Despójenlo a este tipo de cuatro quintas partes de su ser". Y me habían despojado. Lo peor de todo es que ese saldo que ahora soy, esa quinta parte de mi mismo en que me he convertido, sigue teniendo conciencia, sin embargo, de su poquedad, de su insignificancia. Me ha quedado una quinta parte de mis buenos propósitos, de mis buenos proyectos, de mis buenas intenciones, pero la quinta parte que me ha quedado de mi lucidez, alcanza para darme cuenta de que eso no sirve. La cosa se acabó, sencillamente.
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