lunes, 20 de agosto de 2007

A veces se nos cae el alma al suelo, y no conseguimos encontrar la gana de agacharnos a recogerla.
Sólo tenemos la vida necesaria para darle de comer a nuestra muerte, para mantener viva nuestra muerte.
¿Vivimos todavía, o sólo somos severos testigos de una vida cualquiera? Hoy me duele el recuerdo como una llaga en medio de la lengua,
si hablo y si sonrío, me siento arder en la garganta el gusto de la sangre.
Hoy me duele el recuerdo como nunca.
Y sé, a pesar de todo, que es inútil y torpe conservar las flores de ayer, que cada día nuevo traerá las suyas...