miércoles, 1 de julio de 2009

Moonwalker


El cuerpo delgado, disciplinado, de un acróbata. Moonwalk y esa sensación que produce de ingravidez. Deslizarse como si no tocara el piso. Termina en puntas. Flexible. Etéreo. El cuerpo que puede mover cada articulación, cada músculo, como si tuvieran vida propia. El que puede imitar los movimientos de un robot. Romper los límites de un modo de bailar y de hacer música.

Obsesión por el cuerpo. Diseñarlo. Reformularlo. Rehacerse un cuerpo para sí, liberado de la huella del otro. Elegir un rostro a esculpir sobre su rostro. Encarnar la trasgresión. Andrógino. Not white, but not black. Convertirse en nómada de un cuerpo siempre inacabado. Coserle su sombra al cuerpo. Coserle ese volátil amor hacia sí mismo al cuerpo. A un cuerpo que por fin sí fuera el suyo. Para comenzar, por fin, a vivir en paz.

Niños jugando dice un letrero en la entrada de su rancho. Y la palabra Neverland está escrita alrededor de un reloj floral. Detener el tiempo. Con música. Pasos de danza que avanzan hacia atrás. Tratamientos. Cámaras de oxígeno. Solo la muerte detiene el tiempo. Su imagen fija ahora sí para siempre. Su sombra cosida a su historia de rey del pop. A la nostalgia memoriosa de sus fans.
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