Sabiamente sutil es la venganza del espejo. Consiste en minúsculas pero constantes modificaciones en esa imagen que creemos nuestro mero reflejo y que en realidad reflejamos. Una mañana notamos cierta debilidad, cierta fatiga en la comisura de los labios. Otro día descubrimos que pueden verse, aún con el gesto en reposo, un par de finísimas líneas que parten de los lados de la nariz hacia la boca. Esos cambios, que comienzan en la imagen del espejo, se proyectan inmediatamente sobre nuestro cuerpo. Algunos (los que no admiten la aguda sensibilidad moral de los espejos) creen envejecer.
-La sueñera (Ana María Shua.)