domingo, 12 de agosto de 2012

Subimos al primer tren que se cruzó en nuestro camino. Daba igual el lugar, allí estábamos los dos, alejándonos de todo y de todos, preocupándonos únicamente por hacernos feliz el uno al otro. Nos olvidamos del mundo que giraba a nuestro alrededor para adentrarnos en una historia con nombre propio.

De todo aquello, hoy sólo quedan los restos: cenizas. Dejamos de ser dos en uno para convertirnos en norte y sur, en este y oeste. Pasamos de comernos el mundo a vivir de espaldas el uno contra el otro.