Pasados
los 30 años, todo el mundo se protege: después de algunas penas de amores, las
mujeres huyen del peligro y salen con idiotas mayores y tranquilizadores; los
hombres ya no quieren amar, se tiran a lolitas o a putas; todos se cubren con
un caparazón; no quieren volver a ser ridículos, ni desgraciados. Echas de
menos la edad en la que el amor no te hacía daño. A los 16 años salías con
chicas y las abandonabas, o ellas te dejaban a ti sin mayor problema, en dos
minutos estaba arreglado. ¿Por qué todo se vuelve tan importante más adelante?
Por
lógica, debería ser a la inversa: dramas en la adolescencia y ligereza en la
treintena. Pero no es el caso. Cuanto mayores nos hacemos, más delicados nos
volvemos.
F.
Beigdeber