Usted suele sentir lo que los otros llaman nostalgia. No siempre, siempre trata
de reír y estar alegre, pero a veces —qué le vamos a hacer— le agarra eso de la
nostalgia, animal ofendido. Y entonces es como un dolor muy poco inteligente que
le va avanzando sin ton ni son por el cuerpo y que no oprime allí donde debería
oprimir un dolor cualquiera. Como esos dolores de los que ni vale la pena
hablar, los que todo el mundo sufre: la falta de amor o el dolor de cabeza o las
tripas de estopa. Cosa de todos y de todos los días. Lo que mata es lo otro: la
añoranza de aquello que nunca llegará tan siquiera a dejarse entrever, a
sugerirse.
-Luisa Valenzuela