Habían quedado a las siete, era su primera cita. Él había tenido un día muy duro, estaba cansado y ahora veía que se le hacía tarde. Ella buscaba con desesperación un lugar donde poder dejar el coche. A las siete y veinte, a un tiempo, miraron el reloj, pensaron que ya era demasiado tarde y tiraron la toalla. Estaban hechos el uno para el otro y no llegaron a averiguarlo nunca.
- Luisa Hurtado Gonzalez